El profesor dale que dale hablando de tanta cosa mientras María no hace más que mirarse las uñas, hace ya bastante rato, serán unos veinte minutos, que dejó de tomar apuntes porque no pudo concentrarse, es que antes de entrar a clases él le dijo que no, que ya no más, que no es su culpa, que bueno, que tanto. Imposible que María se acuerde de las palabras, porque no quiere acordarse, porque ya sabía que eso iba a pasar, porque la verdad es que ella no tuvo el valor para decírselo y ahora tiene que estar ahí, sentada como alguien más en la sala, sin atreverse a mirarlo a los ojos, recordando tanta cosa, amaneceres, atardeceres, conversaciones furtivas y besos a escondidas.
Las cosas estaban claras desde un principio, nada de engancharse, pero aún queda un semestre de verlo tres veces por semana, durante una hora y media. Una hora y media conteniendo los recuerdos que saltan después con un par de cervezas y unas cuantas amigas. Las putas vueltas de la vida.
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