Ella con ese dolor de guata del “no debería estar aquí” va con sus amigas mientras lo busca con la mirada, pero hay tanta gente, tantos y todos con el pantalón gris y la camisa blanca, que absorta en sus pensamientos se asusta cuando él la toma por la cintura y antes de darle un beso sonríe diciéndole “te encontré!”
En la cara de ella se dibuja tal sonrisa que el dolor de guata desaparece cuando empieza a sentir las mariposas
Él la tomó por el brazo y los dos salieron corriendo entre todos porque adelante van bailando y es tan lindo amor, no lo vas a creer.
Los padres de ella no saben que está ahí, las niñas de colegio no tienen nada que juntarse con esa gente le había dicho su madre mientras ella apretaba los dientes y contenía la rabia.
Los padres de él están orgullosos de que su hijo saque adelante a su liceo y que luche por lo que de verdad es justo, entienden perfectamente bien de que él no es de los que tiran piedras sino de los que tiran ideas en las asambleas y de los que no olvidan nunca de donde vienen y para donde van. Tanto en la vida como en la ciudad.
Los padres del poeta ni saben que él es poeta, no imaginan que su hijo se duerme de madrugada porque se queda escribiendo en su libreta que siempre lleva con él a todas partes. En realidad nadie sabe que es un poeta. Sólo tú y porque yo te lo he contado.
Se conocieron en una fiesta, él fue con un amigo y ella con su prima. Los dos aburridos del baile estilo TV se pusieron a conversar. Diré solamente que empezaron hablando del frío, pasaron por los planetas para luego hablar del transantiago y finalmente de política. En los silencios nerviosos ella miraba de reojo la sonrisa de él mientras se acercaba un poco más a su lado y él ponía su mano junto a donde llegaría la mano de ella y empezaban a jugar con los meñiques.
El poeta no los conoce pero no es primera vez que los ve, quizás en la marcha anterior o en la toma. Siempre le llama la atención lo mismo, la forma temerosa con la que ella mira hacia todos lados, la sinceridad de la mirada de él y cómo la coge por la cintura sin dejar de mirarla a los ojos.
A ella ya no le importa lo que digan sus padres, ellos no entienden nada, nunca entenderán lo que está más allá de su casa bonita y la familia de bien. No entenderán que hay cosas por aprender que en el colegio de nombre europeo no le enseñan. No entenderán que necesita refugiarse en los ojos de él en donde hay tanta verdad amor, tanto por aprender y sobretodo tanto por hacer.
A él le han tratado de meter miedo. Que las niñitas así no son para ellos, que no se esmere en quererla porque no tiene auto ni plata para llevarla a comer todas las semanas. Pero él sabe que eso no es lo importante, que lo único que necesita es tomarle la mano con fuerza y salir corriendo hasta el parque y besarla siempre con la dulzura de la primera vez.
El poeta escribe y sigue escribiendo, sin saber que guarda también su historia, entre la pareja de enamorados que ahora salen corriendo porque otra vez los pacos y el guanaco. Y tan linda que venía la marcha.
Ya cambiaremos el mundo amor, sí que lo haremos. Es lo último que escucha el poeta antes de perder de vista a la pareja que caminaban por la alameda mojada y calurosa hasta algún paradero en donde él la dejaría en la 333 y cruzaría la calle para tomar la 379 que no pasa nunca pero hay que tener paciencia.
Se acaba la hoja del poeta.
Se acaba la marcha empapada por lacrimógenas y fuerza represiva.
Se acaba la tarde con el sol que se pierde en edificios grises y cuadrados.
Pero no se acaba el amor de adolescentes.
Ni los poemas del poeta.
Ni la juventud.
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