- Bah – dijo Clara, casi con dulzura-. Todo esto… -Le mostró los cuadros apilados,el fondo de niebla, las baldosas por donde el bulto negro había corrido.- No creo que pudiera olvidarme. Todo está contra nosotros, Andrés.
Juan les hacia señas, y se oía chistar (el cronista). Mirando el suelo, Clara se puso a andar por la galería.
-Es inútil, y no te servirá de nada –murmuró, con una voz que a Andrés le pareció antigua, la de cuando ella no le hablaba con esa voz-. Pero quiero que sepas que lamento tanto.
-Clara- dijo Andrés.
-Sabés bien cómo lo quiero. No estoy arrepentida de haberme ido con él. En el fondo lo que me duele es que vos y él no sean uno, o que yo no pueda ser dos.
-Por favor -dijo Andrés-. Está tan bien así. No digas más nada.
-No, no está tan bien así –dijo Clara-. No está bien. Solamente está, como siempre.
-No lo lamentes –dijo Andrés.
-No es eso, no es precisamente eso. Lo que me duele es estar segura de haber hecho lo justo, y en ese mismo sentimiento, de golpe,
el asco de la justicia, saber que nada es justo cuando hay más de dos…
-No lo lamentes –repitió Andrés-. Sobre todo no lo lamentes.
-Dejáme por lo menos que lo haga por mí –dijo Clara.
-No te lo puedo impedir –dijo él-. Que sientas eso es más de lo que pude desear cuando-
-Ahora por lo menos sabés que lo siento así –dijo Clara-. Nunca dije más la verdad que ahora.
Estaban junto a la puerta, envueltos por el gritería y la visión de ropas y movimientos.
-Te agradezco –dijo Andrés-. Pero no te rindas a la bondad. Mirá, tener lástima cuando no se ha hecho mal, esa flojera horrible __________ como condenarse, sabés perder el derecho de elegir cada mañana tu traje y tu silbido y tu libro para leer,
no, nunca eso. Los ojos están delante de la cara, mi querida, y no es culpa tuya si soy un poco tu sombra, tu eco,
si el barco no puede andar sin hender fijáte qué bonito
-Sos bueno –dijo Clara, y sonrió.
[el examen, cortazar]
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