
Cuanta agua, tanta, siempre es tanta. Hace días empecé a escribirte una carta amor, no creo que la termine, menos aún creo que llegue a tus manos. Una lástima, estaba bonita, decía cosas sinceras, profundas, terriblemente enamoradas. Por eso es que no creo que llegue a tus manos, no quiero que sepas, no quiero siquiera que lo intuyas, no quiero que pienses en mi, no quiero que me imagines pensándote, no quiero que leas esa carta, no quiero que entre cada línea me veas estúpida e infantilmente enamorada, no quiero que siquiera me veas. Evitaré los lugares comunes, aunque resulte innecesario porque vos siempre los evitas, llegas tarde así que me iré temprano, no me verás deambular por la ciudad, no pasaré por azar por tu calle, no pisaré las calles nuevamente, no habrán tardes, ni espacios esos que se prestan a la ternura, no me despediré de ti a solas, no me pondré de pié para abrazarte, dejaré que la bicicleta nos separe al andar, apresuraré el paso para acortar el camino, estaré siempre ocupada, mucho más que vos, y cuando sea inevitable, y se haga tarde y llegue a tu cama, procuraré estar lo suficientemente cansada, para dormirme en seguida. Cariño de mi alma, ya te lo dije hace tiempo y no hay nada más cierto, te quiero de una forma en la que no sé querer, me confundes, me da un dolorcito de guata, llevo ya un par de pesadillas, no me da el ánimo, la guata, el cuerpo, el alma, como para llevar algo con vos, trátame con ternura y te daré mi infinita ternura, siembra silencios y con silencios te hablaré. Soy vulnerable a ti, me asusta, me pongo a la defensiva porque no quiero más heridas, ¿acaso no ves que me desangro cada día? Y me seguiré desangrando pibe, mis penas nada tienen que ver contigo, nada más estás en el momento equivocado, en el lugar equivocado, vertiendo más y más agua bajo este puente.
Quizás por eso sos mi amor más profundo.
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