Al final mi cuerpo se partió a la mitad y fue doblemente doloroso porque, pásmese, ninguna de las dos mitades morimos; al menos, no enseguida.
Para que se pueda entender este embrollo, he de explicar que las lombrices tenemos una gran capacidad de regeneración, y es por eso por lo que yo continuo viva: porque la mitad delantera, la parte en donde tengo lo que podríamos llamar… cabeza, pudo regenerar el trozo de cuerpo que le faltaba; pero la otra mitad, la parte trasera, en donde las lombrices tenemos el aparato excretor, no fue capaz de regenerar una nueva cabeza. Esta parte anduvo un tiempo dando tumbos; intentaba sobrevivir, pero lo pensaba todo con el culo y no hacia nada a derechas, y como seguía siendo parte de mi, yo captaba sus escatológicos pensamientos y me daba cuenta de lo confusos que eran sus razonamientos, y, a la vez, me confundía a mi y no me dejaba pensar con claridad.
Esta parte trasera era tan zoqueta que ni siquiera se entero que le faltaba medio cuerpo; notó el dolor producido por el corte, pero no supo amoldarse y siguió excretando y excretando, y se olvido de que no tenia boca para comer y, claro, murió. En ese momento, cuando fui conciente de que una parte de mí misma había muerto, me sentí rota; pero ahora que ha pasado el tiempo y que soy capaz de analizarlo desde la distancia, me alegro de que fuera así. No hubiéramos conseguido vivir, siendo como éramos, un solo individuo repartido en dos cuerpos diferentes; y es que nadie que no lo haya sufrido en sus propias carnes (nunca ha sido mejor usado el plural) puede saber la desazón que se siente siendo una y, de golpe y porrazo, ser dos y no saber hacia donde ir ni con un cuerpo ni con el otro. Lo que piensas en una parte lo haces con la otra..."
(Fragmento: EL viaje Intimo de la Locura - Roberto Iniesta)
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