No creo que haya que culpar a alguien porque terminarían todos culpados, todos y todo. Es tremendo esto de caer recién en cuenta, pero al menos caigo en cuenta y es una especie de alivio.
La cosa es que siempre, de chiquitas nos enseñaron a todas que el amor era esa cosa romanticona de Hollywood, el para toda la vida y todas esas cursilerias, porque como buenas hijas de la dictadura, aprendimos todo lo que ellos quisieron que aprendieramos, aunque nadie lo dijiera, aunque quizás nadie lo notara, porque ha sido siempre tan sutil esa presencia, y hoy claro, lo sigue siendo. Nos enseñaron que si se amaba, entonces se sufría, nos enseñaron las teleseries Venezolanas, nos enseñaron la mujer abnegada, nos eseñaron que la amante era la mala, nos enseñaron todas esas cosas y era muy simple porque prendias la televisión y ahí estaban enseñándotelo todo el día. Creo realmente que hicieron un excelente trabajo con nosotras. Porque ahora tardamos todos estos años en entender, en caer en cuenta.
La cosa es que ahora, al leer a Ernesto y a Fidel, eso es amor, la revolución es amor, no puede ser nada más que amor, porque a ellos no les alcanza sólo para una persona, es amor por la humanidad entera, por el ser humano, todos, sin excepciones. No se sufre por amor, se da la vida por el amor, con la frente en alto y la sonrisa en el rostro; se da la vida por amor. Es hermoso entenderlo así.
Por eso cuando yo te digo que acaso todo esto no puede ser sino amor, a ese amor me refiero, a la necesidad de construir, a esa sed de aprender, de saber, pero no saber por saber, sino saber para entregar ese amor hecho revolución... porque como decía Benedetti, la revolución no es la muerte, es la vida, y en ella el amor. Y yo estoy tan feliz de enamorarme de esta forma, con este amor, estoy tan feliz de al fin entenderlo todo así... que no tengo nada más que seguir escribiendo...
La cosa es que siempre, de chiquitas nos enseñaron a todas que el amor era esa cosa romanticona de Hollywood, el para toda la vida y todas esas cursilerias, porque como buenas hijas de la dictadura, aprendimos todo lo que ellos quisieron que aprendieramos, aunque nadie lo dijiera, aunque quizás nadie lo notara, porque ha sido siempre tan sutil esa presencia, y hoy claro, lo sigue siendo. Nos enseñaron que si se amaba, entonces se sufría, nos enseñaron las teleseries Venezolanas, nos enseñaron la mujer abnegada, nos eseñaron que la amante era la mala, nos enseñaron todas esas cosas y era muy simple porque prendias la televisión y ahí estaban enseñándotelo todo el día. Creo realmente que hicieron un excelente trabajo con nosotras. Porque ahora tardamos todos estos años en entender, en caer en cuenta.
La cosa es que ahora, al leer a Ernesto y a Fidel, eso es amor, la revolución es amor, no puede ser nada más que amor, porque a ellos no les alcanza sólo para una persona, es amor por la humanidad entera, por el ser humano, todos, sin excepciones. No se sufre por amor, se da la vida por el amor, con la frente en alto y la sonrisa en el rostro; se da la vida por amor. Es hermoso entenderlo así.
Por eso cuando yo te digo que acaso todo esto no puede ser sino amor, a ese amor me refiero, a la necesidad de construir, a esa sed de aprender, de saber, pero no saber por saber, sino saber para entregar ese amor hecho revolución... porque como decía Benedetti, la revolución no es la muerte, es la vida, y en ella el amor. Y yo estoy tan feliz de enamorarme de esta forma, con este amor, estoy tan feliz de al fin entenderlo todo así... que no tengo nada más que seguir escribiendo...
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