martes, febrero 03, 2009

siguiendo con Fidel

mismo libro anterior: Fidel Castro habla sobre la deuda externa y América latina
marzo 1985


La crisis económica se ha volcado y en cierta forma ha sido volcada sobre la economía de los países de menos desarrollo. Puede decirse que se trata de un proceso que venía gestándose hace tiempo, que ha tenido consecuencias más graves o menos graves, en dependencia de los recursos económicos del país y en dependencia también de la mayor o menor eficiencia con que cada país se ha defendido de esa crisis o ha tratado de superarla; hay una gran variedad de casos.

No hay duda de que la política seguida en Chile, la Argentina y Uruguay, las políticas oficiales de los regímenes militares han dado lugar a consecuencias nefastas.

Yo recuerdo que en los últimos meses del gobierno de Allende, por ejemplo, Chile estaba importando 100 millones de dólares de carne por año, llevaba ese ritmo y, sin embargo, pocos meses después del golpe de Estado, Chile empezó a exportar carne, ¿como? A base de muertos, desaparecidos, miles de desaparecidos, miles de muertos, miles de torturados, los métodos de represión más horribles, expulsión en masa de los empleados públicos, reducción drástica de los servicios sociales, despido masivo de trabajadores en las fábricas, reducción de los salarios, reducción drástica del nivel de vida de la población y, lógicamente, muchos que comían carne
dejaron de comerla y a los pocos meses Pinochet pudo empezar a exportar carne.

Pero no fue lo único que hizo Pinochet. El se presentó como un campeón de los principios occidentales, de los valores occidentales, del capitalismo y de la libre empresa y, en consecuencia, inmediatamente aparecieron los asesores económicos, los especialistas económicos, los profesores de la Escuela de Chicago y le indicaron cómo había que defender realmente los intereses occidentales y los intereses del capitalismo. Le plantearon la teoría de que si quería tener una industra eficiente, tenía que abrir las puertas a la competencia del exterior, poner a la industria nacional chilena a competir con la industria de Europa, de Estados Unidos de Japón, o de países como Corea del Sur, Taiwán o Singapur, donde las grandes trasnacionales han llevado sus tecnologías, han impuesto su disciplina, para lo cual, desde luego, necesitaban también regímenes autoritarios y de fuerza. El principio que es axiomático para cualquier país en desarrollo, aceptado hace mucho tiempo, de que la naciente industra de los países en desarrollo tiene que ser protegida de la competencia de los países con más recursos, más tecnología, y más desarrollo, fue abandonado. Como consecuencia de esto, la industria se arruinó; aumentaron los desempleados, la deuda se incrementó como la espuma.

Allí en Chile, donde se aplicaron con todo rigor los principios económicos más sofisticados de la Escuela de Chicago, la deuda externa, que en años de Allende ascendía sólo a 4.000 millones de dólares, se ha elevado a 23.000 -que es la cifra que me parece más real de las que se han mencionado-, y el desempleo alcanzó un nivel récord entre los países de América latina: 18,6% de la fuerza laboral. Usted sabe que además del desempleo hay siempre una enorme cifra de subempleados que laboran sólo algunas horas en diversas formas de actividad, tratando de subsistir.

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