Ando más triste que el panorama electoral... pero ¿por qué esa necesidad de decirlo?, de victimizarse un poco, de esperar que otro te diga que lo suyo es más triste, de esperar a que él algún día te diga juntémonos, cosa que jamás va a decir y que lo sabes, lo sé, da igual.
Empecé triste por culpa de tus malditas promesas, que nos íbamos a ver, que me ibas a llamar, que íbamos a pasar tardes juntos... puras mentiras, pero a estas alturas sin importancia, hoy las llena de importancia tu silencio, tu silencio que no es capaz siquiera de defenderse, me llego a imaginar que del otro lado en el que estás ni siquiera me lees, llego a pensar cosas muy feas que no voy a decir. Pero eso tampoco es motivo (a estas alturas) para andar triste, sino que fue motivo para decirte que el cariño, todo ese mansoniquetremendo cariño que yo te tengo, lo archivé en la categoría de cariño histórico porque ya no hay motivos para quererte salvo la historia.
Lo triste, lo realmente triste de la historia es que revueltos fue completamente locura, ahora separados ha sido horriblemente tristísimo, porque cuando uno se enamora y la cosa no resulta, para quien se queda enamorado (yo en este caso, qué comes que adivinas) la tristeza no es sólo triste sino también horrible y hasta podría considerarse como un poco traumática (eso no sé si sea común) pero el caso es que me traumé de pena y me alejé del mundo, para qué acercarse al mundo, a la gente, si después se van, si después de la cerveza calabaza calabaza y si en la casa te da pena, bueno, mala suerte. Y hoy además que miguel, siempre tan amigo, siempre tan hombro, siempre tan presente anda en terreno. Es una tristeza de soledad tremenda, y claro, la gatilla lo mismo de siempre, él mismo de siempre, y es una lástima que así sea porque esta pena no tiene nada que ver (aunque pueda sonar contradictorio ya que de ahí partió) con él.
La pena puede ser quizás el leer y leer esa novela que desborda amor a la peruana, y querer compartirlo, querer gozarlo y no tener con quién, no saber a quién hacerle el comentario, no tener a quien leerle mientras se duerme, esas cosas, esas pequeñas cosas que soy yo o que era yo, porque a estas alturas una ya se confunde un poco.
Me confundo porque ya no sé qué es lo que quiero, ya no quiero entregarme porque tengo miedo, tanto miedo de que vuelva a pasar lo mismo, porque seguramente va a pasar lo mismo, como siempre, antes o después (es un detalle), las cosas nunca son para siempre. Quiero querer enamorarme, porque de un tiempo a esta parte, ni eso quiero, y no me gusta.
Empecé triste por culpa de tus malditas promesas, que nos íbamos a ver, que me ibas a llamar, que íbamos a pasar tardes juntos... puras mentiras, pero a estas alturas sin importancia, hoy las llena de importancia tu silencio, tu silencio que no es capaz siquiera de defenderse, me llego a imaginar que del otro lado en el que estás ni siquiera me lees, llego a pensar cosas muy feas que no voy a decir. Pero eso tampoco es motivo (a estas alturas) para andar triste, sino que fue motivo para decirte que el cariño, todo ese mansoniquetremendo cariño que yo te tengo, lo archivé en la categoría de cariño histórico porque ya no hay motivos para quererte salvo la historia.
Lo triste, lo realmente triste de la historia es que revueltos fue completamente locura, ahora separados ha sido horriblemente tristísimo, porque cuando uno se enamora y la cosa no resulta, para quien se queda enamorado (yo en este caso, qué comes que adivinas) la tristeza no es sólo triste sino también horrible y hasta podría considerarse como un poco traumática (eso no sé si sea común) pero el caso es que me traumé de pena y me alejé del mundo, para qué acercarse al mundo, a la gente, si después se van, si después de la cerveza calabaza calabaza y si en la casa te da pena, bueno, mala suerte. Y hoy además que miguel, siempre tan amigo, siempre tan hombro, siempre tan presente anda en terreno. Es una tristeza de soledad tremenda, y claro, la gatilla lo mismo de siempre, él mismo de siempre, y es una lástima que así sea porque esta pena no tiene nada que ver (aunque pueda sonar contradictorio ya que de ahí partió) con él.
La pena puede ser quizás el leer y leer esa novela que desborda amor a la peruana, y querer compartirlo, querer gozarlo y no tener con quién, no saber a quién hacerle el comentario, no tener a quien leerle mientras se duerme, esas cosas, esas pequeñas cosas que soy yo o que era yo, porque a estas alturas una ya se confunde un poco.
Me confundo porque ya no sé qué es lo que quiero, ya no quiero entregarme porque tengo miedo, tanto miedo de que vuelva a pasar lo mismo, porque seguramente va a pasar lo mismo, como siempre, antes o después (es un detalle), las cosas nunca son para siempre. Quiero querer enamorarme, porque de un tiempo a esta parte, ni eso quiero, y no me gusta.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario