-Cuando yo me despierto -dijo Juan- lo primero que se me ocurre como medida de emergencia es volver a dormirme.
-Lo que llaman cerrar los ojos a la realidad -dijo Andrés-. Ahora fijáte en esto que es importante. Hablás de volver a dormirte y tratás de hacerlo. Pero te equivocás al creer que en esa forma te vas a replegar sobre vos mismo, que te vas a amurallar detrás de lo que te defiende de eso que está enfrente de vos. Dormir no es más que perderse, y cuando tratás de dormirte lo que estás buscando es una segunda fuga.
-Ya sé, una muertecita liviana, sin consecuencias -dijo Juan-. Pero viejo, ése es el gran prestigio del dormir, la perfección del apoliyo. Vacaciones de sí mismo, no ver y no verse. Perfecto, che.
-Puede ser. De todos modos uno se adhiere tan moluscamente a así mismo que aun medio dormido resulta difícil hacerse la zancadilla. A mí por ejemplo me pasa levantarme a las cuatro de la mañana para mear, consecuencia inevitable de quedarme mateando hasta tarde. Cuando me meto de nuevo en la cama noto que el cuerpo, por su sola cuenta (-¡Busca el huequito caliente! -gritó Stella), justito, querida, busca el hueco caliente, su calco, comprendés, su huella viva. Los pies en el rinconcito tibio, el hombre en su nicho abrigado... No hay caso, viejo, no en vano creemos que A es A.
-La única que busca un sitio fresco es la cabeza -dijo Juan-, lo que prueba que es la parte pensante de la persona.
[El Examen, Cortazar]
-Lo que llaman cerrar los ojos a la realidad -dijo Andrés-. Ahora fijáte en esto que es importante. Hablás de volver a dormirte y tratás de hacerlo. Pero te equivocás al creer que en esa forma te vas a replegar sobre vos mismo, que te vas a amurallar detrás de lo que te defiende de eso que está enfrente de vos. Dormir no es más que perderse, y cuando tratás de dormirte lo que estás buscando es una segunda fuga.
-Ya sé, una muertecita liviana, sin consecuencias -dijo Juan-. Pero viejo, ése es el gran prestigio del dormir, la perfección del apoliyo. Vacaciones de sí mismo, no ver y no verse. Perfecto, che.
-Puede ser. De todos modos uno se adhiere tan moluscamente a así mismo que aun medio dormido resulta difícil hacerse la zancadilla. A mí por ejemplo me pasa levantarme a las cuatro de la mañana para mear, consecuencia inevitable de quedarme mateando hasta tarde. Cuando me meto de nuevo en la cama noto que el cuerpo, por su sola cuenta (-¡Busca el huequito caliente! -gritó Stella), justito, querida, busca el hueco caliente, su calco, comprendés, su huella viva. Los pies en el rinconcito tibio, el hombre en su nicho abrigado... No hay caso, viejo, no en vano creemos que A es A.
-La única que busca un sitio fresco es la cabeza -dijo Juan-, lo que prueba que es la parte pensante de la persona.
[El Examen, Cortazar]
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