Imagínate – dijiste poniendo especial acento en la i – que las nubes pudiese llegar a nuestras manos y así te regalo un rabo de nubes y no es una canción, sino emoción pura.
Toda la tarde habían pasado tirados en el pasto y mirando el cielo, el silencio muy presente, a ratos tenso, bien tenso, como cuando hay algo que confesar, pero hay un pero, siempre hay peros, a ratos el silencio era tan tan lindo, sobretodo cuando ellos caían gota a gota en los ojos del otro, mirándose así, viéndose en su reflejo, dejándose quemar por la esencia de amor residente en ellos. Como nunca, podían disfrutar de un momento tranquilo, quizás demasiado tranquilo. Entonces como volviendo de un sueño ella toma el libro en el que apoyaba su cabeza y comenzó a leer…
-Hace frío, ¿entremos?-
-Sólo si me dejas regalarte una canción y un beso
-Te dejo regalarme la vida entera, pues ya te estoy regalando la mía
-¿Ves que te pones cursi?, no hay caso contigo.
-Somos los dos, mi amor, estamos así, y miramos nubes…
-Mejor vamos por el mate, que hace frío
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